El amigo invisible de estas Navidades del 2014 me ha traído el libro de Stephen R. Covey, Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva. En sus capítulos preliminares se refiere a Esopo que contaba que un pobre granjero descubrió un día que su gallina había puesto un reluciente huevo de oro. Primero pensó que debía tratarse de algún tipo de fraude. Pero cuando iba a deshacerse del huevo, lo pensó por segunda vez, y se lo llevó para comprobar su valor.
¡El huevo era de oro puro! El granjero no podía creer en su buena suerte. Más incrédulo aún se sintió al repetirse la experiencia. Día tras día, se despertaba y corría hacia su gallina para encontrar otro huevo de oro. Llegó a ser fabulosamente rico; todo parecía demasiado bonito para que fuera cierto.
Pero, junto con su creciente riqueza llegaron la impaciencia y la codicia. Incapaz de esperar día tras día los huevos de oro, el granjero decidió matar a la gallina para obtenerlos todos de una vez. Pero al abrir el ave, la encontró vacía. Allí no había huevos de oro, y ya no habría modo de conseguir ninguno más. El granjero había matado a la gallina que los producía.
El autor sugiere que en esta fábula hay una ley natural, un principio: La definición básica de la efectividad.
He tenido una reacción inmediata de estar de acuerdo con el autor, agradecer al amigo invisible este regalo y de compartirlo con vosotros. Esta fábula me lleva a recordar infinidad de veces que en busca de la máxima efectividad hemos matado a la gallina de los huevos de oro. Infinidad de ejemplos vienen a mi mente, os invito a compartirlos en el blog.
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