Estamos en la 9 semana del estado de alarma.
En anteriores recesiones, los socialista se inventaron el «plan E» liderado por Zapatero al mejor estilo Keynesiano. Ahora escucho a Torra reivindicar también entusiasmado con Keynes.
Veamos que nos decía Keynes, lástima que los dos mandatarios no lean este post, aunque también dudo que hayan leído ni entendido a Keynes.
Keynes
En febrero se cumplieron 84 años de la publicación del libro Teoría general del empleo, el interés y el dinero, considerada la obra más importante del economista inglés John Maynard Keynes
Hay dos elementos del legado de Keynes que parecerían seguir vigentes: el primero, el macroeconómico, que contradice la idea de que los mercados se equilibran de forma simultánea y automática. Keynes argumentó que existía una rigidez de precios en las economías, especialmente en los contratos laborales, que hacía que dicho ajuste no se hiciera automáticamente y que causaba que el desequilibrio se perpetuara.
Por lo tanto, su propuesta era que se requería de la intervención del Gobierno para superar tales fallas de los mercados. Uno de los principales postulados es que la inversión pública es fundamental para reactivar la demanda y por ende el crecimiento. La inversión pública es aún más importante cuando la reducción en las tasas de interés fracasa en reactivar la demanda privada.
“El segundo gran legado de Keynes es la noción de que los gobiernos pueden y deben prevenir las depresiones económicas.
Los críticos de Keynes consideran que sus teorías, que principalmente promueven estímulos a la demanda, fallan porque no consideran la oferta como un aspecto que también se pueda promover, pues se ha descubierto que allí también se generan fallas por temas como la productividad, que se podría incentivar mediante innovación o tecnología.
Frente a los elevados riesgos de una recesión global, las autoridades tienen agotada su principal arma –la política monetaria–, y lo único que quedaría es aplicar medidas keynesianas. Entre las propuestas están las de financiar el gasto público mediante la impresión de dinero y provocar un aumento generalizado de los salarios. Con esto se buscaría aumentar la demanda y la inflación
Antikeynesianos
Así, se oye hablar de salarios demasiado elevados, de la necesidad de mantener bajo control los niveles de actividad de las economías de los diferentes países, de políticas monetarias, de eliminación de los déficit del sector público
¿Es que la evolución de los sistemas económicos ha sido tal que el keynesianismo ha quedado superado? Si estamos de acuerdo en que el núcleo de la teoría de Keynes está constituido por el principio de la demanda efectiva, no cabe duda de la validez de aquél: estamos asistiendo a una situación en la que el automatismo del mercado no es capaz de garantizar la plena utilización de los recursos productivos (en particular, del trabajo). La demanda efectiva generada es insuficiente. Esta situación requeriría, según Keynes, la aplicación a nivel internacional de políticas de estímulo de la demanda efectiva, principalmente de tipo fiscal.
Hasta aquí, el alcance del keynesianismo en su esencia. Pero la crisis actual presenta unas características y manifestaciones específicas: coexistencia de inflación, desempleo y grave empeoramiento de la balanza de pagos de los países occidentales. Y es en base a ellas que se pretende negar validez a la vieja y en desuso teoría keynesiana, que habría así quedado superada.
Pero el hecho de que Keynes no hubiese podido prever las características concretas y específicas con que sus políticas económicas habrían de ser implementadas 50 años después no nos dice que Keynes haya quedado superado, sino simplemente que la teoría y las políticas keynesianas necesitan de complementos. No son suficientes, pero son necesarias.
El instrumento fiscal
Así, el principio de la demanda efectiva nos dice que la economía mundial necesita ser reactivada, necesita del estímulo de los diferentes sectores públicos de los distintos países, a través de acciones fundamentalmente de política fiscal.
No nos dice nada de cómo debe ser reestructurado el aparato productivo; no nos dice nada de líneas redistributivas de las políticas fiscales y de cómo éstas y aquéllas actúan sobre la inflación; no nos dice nada sobre políticas de ahorro energético, sobre líneas de reindustrialización, etcétera; no nos contesta a
Múltiples preguntas que requieren respuesta en la crisis actual.
Pero si que nos dice que el sistema puede permanecer en desempleo durante largos períodos de tiempo y que, por tanto, es imprescindible que el sector público actúe reactivando la economía a nivel mundial.
Keynes no construyó una teoría omnicompreñsiva que pudiera aplicarse para la generación de políticas económicas que fuesen capaces de resolver cualquier situación de crisis; ni siquiera lo intentó por su evidente imposibilidad. Se limitó a establecer las bases sobre las que deban asentarse las políticas anticrisis; su plasmación específica debe hacerse en cada caso. Keynes construyó un escalón, aunque no el primero; los siguientes los debemos construir nosotros.
Otra aproximación
La teoría económica planteada por Keynes a raíz de la Gran Depresión de los años treinta, hacía necesaria la intervención del Estado en la economía. La clave estaba en las políticas de estímulo desde el lado de la demanda, inyectando toda la liquidez que fuese necesaria para revertir los ciclos depresivos. Esto podía hacerse, bien mediante el empleo de la política fiscal, o mediante el recurso de la emisión estratégica de deuda pública. El objetivo era la reactivación económica y el descenso del galopante desempleo.
Keynes falleció en 1946 y no pudo ver la puesta en práctica de su teoría, pero gracias a ella, durante casi cuatro décadas apenas se produjeron recesiones de relevancia en la economía occidental. Sería la inflación lo que enterrase al keynesianismo (o eso creían muchos hasta hace unas semanas). El crecimiento descontrolado de la inflación, tras los shocks petroleros de la década de 1970, fue aprovechado por algunos intelectuales y economistas para teorizar sobre la incapacidad del modelo keynesiano para revertir la situación.
Al estancamiento económico y la inflación (estanflación), se añadió el crecimiento exponencial del desempleo, conformando un cóctel explosivo que, además, puso contra las cuerdas a los Estados desde el punto de vista del déficit público.
El déficit público era otra bestia negra a batir, dada su presumible influencia en la elevación en el coste del endeudamiento privado, generando en consecuencia unas mayores dificultades para la financiación empresarial.
La solución que encontraron algunos monetaristas como Milton Friedman se centraba en el abandono progresivo de la teoría keynesiana. Para contener la inflación, nada mejor que una buena dosis de disciplina fiscal por parte de los Estados y, por supuesto, una subida radical de los tipos de interés, reduciendo la oferta monetaria disponible y el despilfarro irresponsable por parte de bancos y gobiernos. A ello se añadía una rebaja generalizada de impuestos a las rentas más altas, para que esos recursos se «invirtiesen» en la economía real, con la eficiencia que el Estado era incapaz de ejercer.
Al keynesianismo se le enterró por ‘incapaz’, y volvieron a retomarse las políticas de reducción de la intervención estatal en el ciclo económico.
La competitividad se convirtió en el nuevo dogma de la ortodoxia, amparado en la progresiva liberalización de los mercados de capitales
Resulta evidente además que la ausencia de coordinación internacional y la competencia fiscal entre Estados –e incluso entre comunidades autónomas o regiones– dificulta cualquier iniciativa particular a escala estatal.
Milton Friedman
Una de las contribuciones de Friedman a la economía es su estudio de la función de consumo. A diferencia de Keynes, que decía que el consumo de un periodo dependía exclusivamente del ingreso del mismo periodo, Friedman postuló que este dependía del ingreso permanente, es decir, del ingreso a largo plazo.
Milton Friedman fue un monetarista. Propuso resolver los problemas de inflación limitando el crecimiento de la oferta monetaria a una tasa constante y moderada.
Se opuso al keynesianismo en el momento de máximo apogeo de este, en los años cincuenta y sesenta.
Pero a diferencia de Keynes, Friedman, más centrado en dar una explicación a largo plazo, considera la renta permanente; es decir, el valor actualizado a fecha actual de los capitales futuros originados de un stock de riqueza dado que engloba no solo aspectos cuantitativos o materiales.
La visión de Friedman concibe al mercado como un sistema racional de asignación de recursos, capaz de corregir sus desequilibrios a largo plazo.
En Capitalism and Freedom (1962) y Free to Choose (1980) aseguraba que solo una institución como el mercado podía garantizar la libertad de los individuos y proponía dejar áreas prioritarias como la educación y la salud en manos de la libre competencia. La teoría de Friedman dice que el consumo de la gente no se ve afectado por los ingresos actuales. Si los consumidores reciben un ingreso imprevisto, es totalmente ahorrado para consumirlo luego. Esta idea planteaba que los estímulos fiscal del Estado no tenían efecto significativo
Friedman consideraba que, al igual que una política monetaria expansiva puede crear crisis económicas, una política restrictiva también puede ser perjudicial, mediante una deflación de precios.
La curva de Phillips, en macroeconomía, representa una curva empírica de pendiente negativa que relaciona la tasa de inflación y la tasa de desempleo
Al colocar en un eje de coordenadas, en abscisas la tasa de desempleo y en el de las ordenadas la tasa de inflación, Phillips obtuvo una curva con pendiente negativa. La curva de Phillips relaciona la inflación con el desempleo y sugiere que una política dirigida a la estabilidad de precios promueve el desempleo. Por tanto, cierto nivel de inflación es necesario a fin de minimizar éste.
Como análisis final cabe mencionar que dicha disyuntiva entre inflación y desempleo explicada por la curva de Phillips sucede de forma natural en la economía. En el caso de que los gobiernos intenten explotarla mediante su política económica la relación desaparece.